viernes, octubre 26, 2007

PENA DE MUERTE


Vida que se sepa hay una y solo una, la propia. Igualmente propias son las manos de quienes se la quitan a otros u otras, y no tenemos dudas de que son manos enfermas y ennegrecidas que esconden vísceras, malestar, locura, maldad. A esos los llamamos asesinos sin dudar y las masas les requieren aislamiento y castigo. Se les insulta, se les desprecia con vocerío, y no sin razón.

Después, van a parar a lugares donde la protección es la póliza que la sociedad paga para seguir creciendo. También a veces -con mucha frecuencia en la historia- hay quienes con su firma sin calificativos satisfacen crueldad con crueldad y utilizan con impunidad los mismos métodos con que se ha juzgado colectivamente el delito: En la actualidad, se condena a muerte por ahorcamiento, fusilamiento, electrocución, inyección letal, decapitación o lapidación.

Pensamos que matar es un acto de cobardía, abuso o enajenación y lo asociamos a un estado de primitivismo humano lejos de nuestro ámbito. La incultura, la miseria, la irreflexión, las pasiones malignamente canalizadas son factores que convierten en asesino a un alguien, que a veces parecía tan normal, e inmediatamente ese ya casi no ser forma parte del sector despreciable de la sociedad, y no sin razón. Solemos en la medida de lo posible situarlo en el lugar que garantice que no afectará al nuestro.

Nadie quiere morir, y menos a manos de la intención de otro. Pero un día, un alguien estampa su nombre en un documento y el asesino pierde su vida, igual que lo hizo su víctima, o igual que nada si fue por un delito común. En este octubre de 2007, 90 países mantienen la máxima odio con odio se paga, como si se hubiera demostrado alguna vez que allí donde existe matar oficialmente se mitiga algún peligro de violencia, como si ésta tuviera como única causa la vida.

De entre esos noventa países, 38 son estadounidenses: Nueva Yook, Wasington, Indiana, California o Texas, entre ellos, el último con récord de ejecuciones mientras el actual Bush fue gobernador (152 personas en 6 años): "Nunca en Texas se ejecutó a una persona que no se lo mereciera", dijo en una ocasión. Su hermano en Florida, Jeb, firmó una sentencia antes de que los análisis genéticos comprobasen que el acusado no podía ser el asesino. Tuvo suerte, Jeb, el reo murió de cáncer antes de la ejecución y durante los once años en prisión que el azar, la desgracia, le brindaron. Su nombre era Frank Lee Smith. Hay más de uno.

Trece países, entre los que se encuentran Argentina, Perú, México, Brasil o Israel, mantienen la pena de muerte aunque, transcurrido el tiempo, llegaron al acuerdo de que no por delitos comunes, como robar por ejemplo. Albania de ellos fue el último que lo recogió en ley en el año 2000.

Veintiún países mantienen la pena de muerte a la vez que el compromiso internacional de no aplicarla en diez años. Son países pobres que necesitan otras ayudas a cambio de no matar oficialmente como Bután, Congo, Gambia, Malí o Níger. Esto nunca le pasará a EEUU aunque se nos enseñe que en la vida el dinero es lo de menos. Entre los anteriores está Turquía, cuya última ejecución fue en 1984.

Los periódicos de hoy mostraban la imagen de dos ahorcados en Siria envueltos en sus propias sentencias y expuestos durante horas públicamente. La prensa internacional no se ha resistido a ofrecerlos como espectáculo didáctico sobre la muerte, y es difícil que cualquier lector aparte los ojos de esa imagen y obvie un comentario de rechazo o de curiosidad. La muerte nos une.

Un pueblo entero obstruye ya las calles del tránsito. Las ventanas y balcones están coronados de espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan, y se agrupan para devorar con la vista el último dolor del hombre.
-¿Qué espera esa multitud?- diría un extranjero que desconociese las costumbres-. ¿Es un rey el que va a pasar; ese ser coronado, que es todo un espectáculo para un pueblo? ¿Es un día solemne? ¿Es una pública festividad? ¿Qué hacen ociosos esos artesanos? ¿Qué curiosea esta nación?-Nada de eso. Ese pueblo de hombres va a ver morir a un hombre",
escribió Larra en 1835. Han pasado casi dos siglos y de nuevo esta mañana los ojos de la colectividad leían en esos cuerpos inertes que la muerte no es solo pérdida de la vida, es castigo y lección, y si el trabajo sucio lo hacen los otros, mucho mejor. En breve saldrá la edición en castellano de "Las benévolas", novela del americano y escritor en lengua francesa Jonathan Littell. Se trata, como él mismo ha declarado, de una reflexión extensa sobre la naturaleza del crimen de Estado y sus verdugos, temas que confiesa le apasionan.

jueves, octubre 18, 2007

TRECE ROSAS EN LA ETERNIDAD


El 5 de agoto de 1939, trece mujeres fueron ejecutadas ante las tapias del madrileño cementerio del Este:

Carmen Barrero Aguado, Martina Barroso García, Blanca Brisac Vázquez, Pilar Bueno Ibáñez, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Elena Gil Olaya, Virtudes González García, Ana López Gallego, Joaquina López Laffite, Dionisia Manzanero Salas, Victoria Muñoz García y Luisa Rodríguez de la Fuente.

Por ser algunas de ellas menores de edad se les llamó las TRECE ROSAS. En general, se les acusó de pertenecer a las Juventudes Socialistas Unificadas; aunque había otros cargos, como el imputado a Julia Conesa: haber sido “cobradora de tranvías durante la dominación marxista”.

El régimen franquista adoptaba un tono paternalista con las mujeres en sus mensajes, pero trató con igual inquina a hombres y a mujeres. La miliciana era para los vencedores la antítesis de la mujer, cuya misión en la vida era ser madre y reposo del guerrero.

“Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30.426 que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados (…) responsables de un delito de adhesión a la rebelión (…) Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados (…) a la pena de muerte” y con este documenteo fusilaron a estas 13 mujeres y a 43 hombres.

Una testigo, María del Pilar Parra, recuerda: “Yo estaba asomada a la ventana de la celda y las vi salir. Pasaban repartidores de leche con sus carros y la Guardía Civil los apartaba. Las presas iban de dos en dos y tres guardias escoltaban a cada pareja, parecían tranquilas..."

“Si fue terrible perderlas, verlas salir, tener que soportarlo con aquella impotencia, más lo fue ver la sangre fría de Teresa Igual relatando cómo habían caído. Entre las cosas que nos dijo, fue que las chicas iban muy ilusionadas porque pensaban que iban a verse con los hombres, con sus novios y maridos también condenados antes de ser ejecutadas, pero se encontraron que ya habían sido fusilados” añade Carmen Machado, también presente.

Habían pasado cuatro meses oficialmente del final de la guerra, y en las radios de Madrid se escuchaba:

“Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior, perpetuamente fiel a sus caídos. España, con el favor de Dios, sigue en marcha, una, grande, libre, hacia su irrenunciable destino…”

Franco también advertía continuamente en sus discursos:

Juro aplastar y hundir al que se interponga en nuestro camino”

Entre otros:

“El número de detenciones diarias en la capital era muy variable en 1939, aunque muchos días la información titulada ‘Detención de autores de asesinato’ estaba formada por más de cien nombres…”, escribe Pedro Montoliú en su libro Madrid en la posguerra, 1939-1946. Los años de la represión (Sílex, 2005). Los peores meses fueron junio, con 227 fusilados; julio, con 193; septiembre, con 106; octubre, con 123, y noviembre, con 201. Por días, los más sangrientos fueron el 14 de junio: 80 fusilados; 24 de junio, 102; 24 de julio, 48; el 5 de agosto, 56. Hablamos solo de Madrid.

Blanca Brisac escribía a su hijo esa noche, mientras aguardaba la pena capital: “Voy a morir con la cabeza alta… Sólo te pido… que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor… Enrique, que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la cimentaron a mí… Hijo, hijo, hasta la eternidad…”.

Más información:

Reportaje de Lola Huete Machado

En este blog:

Antes de ser fusilado

Recuperación de la memoria: "Muerte en el valle" de Christina Hardt

Dulce Chacón y "La voz dormida"

sábado, octubre 13, 2007

MI MAMÁ ME MIMA

Sunam tiene tres años y se ha vestido así porque, cuando cumpla catorce, se casará con su primo Nieem, que en la actualidad tiene siete. En Afganistán, según Unicef, el 16% de los niños se casa sin haber cumplido los 15 años; aproximadamente el 43% de las bodas se celebra entre menores.

Según las normas tribales, si no hubiera amor y entendimiento, el hombre podrá elegir una segunda esposa. Y si la mujer no lo acepta, puede ser obligada a obedecer con métodos violentos. A veces no es una cuestión exclusivamente de amor, está en juego el subsidio que la familia de la casada recibe de la del marido durante al menos un año.

También es frecuente que si una joven opta por rebelarse, sea rechazada socialmente y acabe en los círculos de prostitución y drogas. Por ello, dice una información de Kabul recogida en El País, las hay que prefieren el suicidio.

La madre del niño Nieem dice que el acuerdo podrá ser anulado si cuando llegue la edad de casarse no se quieren; no opina del mismo modo la de la niña Sunam, que ha dejado claro: "Nosotros pertenecemos a la tribu pastún y si hay un acuerdo prematrimonial, se casarán y basta".

jueves, octubre 04, 2007

HANA MAKHMALBAF, PREMIO ESPECIAL DEL JURADO EN SAN SEBASTIÁN



(El vídeo tiene un volumen muy bajo, si se quiere oír hay que subirlo bastante)

La joven iraní, Hana Makhmalbaf (Teherán 1988) fue la cineasta más aplaudida en la última edición del Festival de Cine de San Sebastián. Recibió, finalmente, el Premio Especial del Jurado por Buda explotó por vergüenza, rodada en el Afganistán."Espero -dijo-que mi película ayude a aquel país".
Desde su experiencia, tanto en Irán como en Afganistán sigue siendo peligroso ser mujer y dedicarse al cine. De hecho, durante el rodaje de su anterior película, Joy of Madness, sufrió dos intentos de secuestro, según declaró a la prensa.
La protagonista de Buda explotó por vergüenza, Batkay, es una niña de 11 años que en su camino hacia la escuela se topa con unos fanáticos de su misma edad y la emprenden contra ella. En el Afganistán de los talibanes, Baktay y estos niños viven la voladura de las dos gigantescas estatuas de Buda.
La violencia trasladada a la infancia es la parábola de la guerra hecha por los adultos e instalada en la educación de jóvenes convertidos en descarnadas copias de las actitudes bélicas de sus mayores.
La crítica ha destacado de la película el magistral uso de la composición de imágenes en los paisajes afganos, así como la densidad emocional de la narración. Con actores no profesionales, se decanta Makhmalbaf por una estética neorrealista e irónica en la línea de los filmes que su familia -padre, madre y hermana- vienen haciendo. La saga, por el momento, se completa con ella, que tiene 19 años.