
Si hay algo en lo que los seres humanos podemos estar de acuerdo es en que la excitación sexual es un estado que no solo gusta y buscamos, sino que además valoramos como índice de salud mental y física porque avisa de que la atracción y el deseo por otros u otras están vivos y se manifiestan adecuadamente, es decir, con respuesta placentera. Y eso, está claro, es muy apetecible. La excitación es una respuesta sexual y una de las sensaciones más agradables para las personas implicadas. Analizar las emociones que se generan y las respuestas de nuestro cuerpo a la estimulación sexual evitaría algunos de los que damos como problemas sexuales, que además frecuentemente tienen sus causas en el desconocimiento propio y ajeno.
En los últimos días he preguntado a varios de mis buenos amigos y amigas qué pensaban de la excitación y, para mi sorpresa, todos han coincidido en una respuesta ¿excitación de qué? Pues no va a ser del mercado bursátil, EXCITACIÓN, con mayúsculas; ah, de eso apenas sé. Mentirosos.
La cuestión es que algo que es común a los mortales carece prácticamente de discurso en parte porque todo lo relacionado con el sexo y que no tenga que ver directamente con lo reproductivo –aquellas clases de biología, esas charlas sobre los condones--suele quedar reducido al ámbito privado que se extrapola, en el mejor de los casos, raquíticamente a lo público cuando se es dos. La utilización del sexo como un arma de abuso y algunas otras cuestiones de orden religioso en la educaicón han hecho además que, en ocasiones, la excitación se sienta como una amenaza.
La sexología dice de la excitación desde Master y Jonson – y la convierte en una fase de respuesta sexual-- que es la herramienta del deseo para poner en marcha los recursos y así conseguirlo, ya sea de forma individual o con una pareja. Una vez aparecido el deseo, mujeres y hombres nos ponemos a la faena psicológica y fisiológicamente. Los caminos de la mente son muchos, variados y muy importantes, pero los del cuerpo son bastante similares en hombres y mujeres si atendemos a las modificaciones que se producen y que, de forma generalizada, se pueden resumir:
En las mujeres: aumento de lubricación vaginal, agrandamiento eréctil del clítoris, expansión de la vagina, elevación del útero, aumento de los
labios mayores y menores de la vulva, erección de los pezones.
En los hombres: segregación de líquido preseminal, erección del pene, ensanchamiento de la apertura de la uretra, agrandamiento y elevación de los testículos, ensanchamiento del escroto y erección de los pezones.
En mujeres y hombres, además, el corazón late más rápido, aumenta la presión arterial, los músculos del cuerpo se tensan y los pezones se endurecen. En las personas de piel muy blanca, aparece rubor sexual, es decir, enrojecimiento alrededor de cuello y pecho. En la excitación, si es correspondida, aunque se reconozca a los genitales como parte más sensible del cuerpo, no sólo éstos actúan como punto importante, sino que normalmente suele desplegarse en besos y tocándose otras zonas sensibles del cuerpo, las erógenas, que realmente son o pueden ser todas, según gusto, y nunca mejor dicho. Las clásicas: boca, espalda, pechos, cuello, manos, orejas, pies, muslos, ingles… Tiene también un papel importante en la excitación la vista, el olfato, el roce de las pieles, la voz y las palabras.